miércoles, 19 de mayo de 2010

Es tan fácil lastimar...


 Ad astra per aspera.

Es tan fácil lastimar,
Es tan fácil herir.
Sin embargo,
Cuando llega la estocada
Muchas veces esa misma rabia
Que afluye de lo más recóndito
De nuestro enérgico ser,
Mana de la herida
Y ya no en enojo
Sino en la más apática decepción.
 Decepción por la afrenta,
Por el puñal clavado
Donde más duele,
Por la mano querida que lo sostiene.
Y la sangre fluye
En lágrimas de impotencia y horror.
Y aquella pequeña herida
De repente es un hueco en el corazón.
 Es sentir que se mofan
De todos tus sentidos,
Que no vale nada
Un minuto siquiera de vida.
Que el lento transitar
De la rabia al desencanto inaudito
No es más que un triste viaje
Al destierro de todas las pasiones.
 Y uno se queda helado,
Como si alguno interno y secreto
Se hubiera secado.
Uno se queda sin voz
Acaso para emitir
La sarta de maldiciones
Que se atoran en la garganta.
Los ojos se anegan
En contra de nuestra voluntad,
La misma voz se quiebra
Y prefiere callar.
Las manos se hinchan de sangre
Lista para escapar.
Y la sien late
Rápido como un caudal
De salvaje río.
 Es menester para comprender
Que quien te ama jamás lo hará
El saber que en otros tiempos
La deshonra se lavaba
Con un duelo final.
Todos lastimamos, es verdad,
Pero adrede resulta
Gran maldad.
El  más memorioso recuerda
Hasta la última ponzoña,
El olvidadizo sólo atesora
Cicatrices del más allá.
 Uno es quien es
Gracias a aquellos a quienes ama.
Y ser amado en igual condición
Es por cierto, la única salvación
A los agravios que se detienen
En el centro mismo del corazón.
 No hay razón,
No hay desengaño,
Cada lesión
Con fuego debe ser retrucada.
Destino azaroso y vil
Ya no lastimes los vestigios
De esta moral devastada
De tanto sufrir.
Ya no más manos
Sobre mi carne reluciente,
Ya no más ojos posados
En ninguno de mis peinados.
Arcaica y nefasta
La voz que me habla,
Atroz, errante y grave
Las palabras que me declara.
 Yo como mujer tengo mis armas
Y con ellas sé vencer
Hasta la última de las batallas.
Conocedora soy
De los sentires que dominan la razón.
En un cigarro me fumo el amor
En un trago me bebo el candor.
Nadie repita conmigo lo innecesario.
Nadie haga de mí
Su epitafio.
Mis golpes mortales no son,
Nadie muere por estas manos.
Pero esta pluma que declara y aclara
Ardiente muerde
Hasta la médula gangrenada.
 Ya me voy, querubines azules
Danzan en mis letras.
Ya renuncio, ni una lágrima
Ni un –quédate-.
Prosigo mi camino
Feliz de saberme
Hasta la muerte entera.
Y en mi postrera confesión
Delato los sueños,
Que como mujer
Me desvelan dulcemente.


08/05/10.


1 comentario:

  1. ¡Hola!
    Ante todo permiso. Hermosas tus letras, y ese camino a las estrellas, frase que tuve que buscar y guardaré entre aquellas que acompañan los pasos.
    La memoria es un caos, pero creo que eso la hace maravillosa, el disparar recuerdos que como una isla crecen en un océano donde antes no había nada, que nos devuelven a lugares y momentos olvidados, solo para ser borrados poco tiempo después, así como un marmolado del día a día, donde la vida de hoy, esa que nos exige y nos sorprende se bate con lo vivido, dando por resultado lo que somos y nada más. Comparto totalmente la idea de que la felicidad se encuentra ahí, en un mate, en una palabra o un silencio.

    Saludos
    DUTRi

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