lunes, 15 de noviembre de 2010

Ellos...

Si los vieras… bañándose todos los días en desconcierto, paciendo lentamente la mediocre rutina con que los alimenta el sistema. A si los vieras! Ajetreados, corriendo siempre hacia ningún lado. Se ponen remeras con la cara del Che y creen que corear rock es anarquía. Burgueses hipnotizados por la sal de sus heridas. Ellos lloran solos de cara a la almohada, ellas ya nunca cocinan. Y creen que fumarse uno es anarquía. Y gritan, pero lo suficientemente alto como para espantar a los vecinos.
Madres cría liendres, padres alineados a las influencias del capital. Hijos que nunca arriesgan la comodidad del hogar. Ay si los vieras, trabajan ocho horas diarias mínimo pero se creen fuera del sistema por no comprar el diario de hoy. Son ladrillitos pequeños armando un muro de Berlín, entre ellos y la realidad que no quieren ver. Si los vieras reirías a escondidas tal como lo hago yo.
Viva Perón, abajo Perón; ellos que sabrán! Los viste alguna vez chapaleando el barro en algún mísero barrio del conurbano? Porque yo no.
No compran discos porque les parecen caros, pero compran los mejores reproductores que ofrece el mercado. Creen que la novela de la tarde es pura porquería, pero se comen los mocos cuando dices “amor”. Ellos que sabrán de la verdadera esencia de la poesía. No aceptan jamás lo que son: estandartes de supermercado en la góndola de la mentira.
Toman vino en la esquina, pero fuman a escondidas de papá y mamá. Son la cara infecta de la hipocresía.
Qué harían sin sus libritos, qué harían sin sus papis. Ellos gritan libertad, pero no saben practicarla.
Se quieren diferenciar de un rebaño que ellos mismos presiden, siempre tan predecibles. Este es acaso el holocausto de las ideas. Creen que estudiar política o sociología ya es cambiar al mundo. Ayudar a la humanidad, que ambición más tonta. Su sangre cotiza en la bolsa menos que un céntimo de dólar, pero ellos se creen los distintos. Ay si los vieras, ateos declarados, no conformes a las modas, evitan la Visa, pero patrocinan la esclavitud.
Dicen revolución, pero no saben qué carajo hace la gente para comer todos los días. Jamás se atragantaron comiendo el único pedazo de pan de toda una jornada. Jamás rozaron la triste letanía del que no puede más. Ellos qué sabrán de devanarse los sesos por un mango para comer, ellos jamás secaron las lágrimas de sus madres, impotentes ante una heladera vacía, pero dicen revolución…
Si los vieras te reirías, ¿o llorarías? Ya no lo sé…
Ellos, ellitos, hacen la guerra en la puerta de una facultad, se rebelan contra un sistema injusto… Injusto? A ellos les tocó la parte mejor. Por qué entonces no gritar por los que no tienen voz? Pero claro, para eso habrá que conocerlos, y para conocerlos no hay tiempo. Son los siervos del capitalismo pero se creen los amos de la rebelión! Pollitos mojados en su burbuja de bienestar, entes agotas entre páginas de Marx! Saboteadores de la última piedad que le queda al mundo. Qué sabrán ellos de un tren en hora pico, de las largas colas por un mate cocido… Ellos, ellitos, conjunto de asnos domesticados por la mano que les da de comer, atados por siempre al yugo que los retiene bajo la sombra reparadora.
Si los vieras, dirías que soy una calumniadora, si hasta les crees las pavadas que salen de sus bocas.
La gente no come ideas, no les interesa el libros que llevan debajo del brazo, manualcitos estúpidos de supervivencia.
Ay, si los vieras! Correrías a los suburbios a gritar ¡ilusión!

Por Gisela Caminos.