lunes, 21 de noviembre de 2011

J'ai besoin d'un changement


  Donde huele a mierda huele a ser. El hombre bien habría podido no defecar, no abrir nunca el bolsillo anal, pero escogió cagar como habría podido escoger la vida en lugar de consentir en vivir muerto. Puesto que para no defecar, habría tenido que consentir en no ser, pero no pudo resolverse a perder el ser, es decir a morir en vida. Hay en el ser algo particularmente tentador para el hombre y ese algo es justamente LA MIERDA. 
Antonin Artaud, Pour en finir avec le jugement de dieu.

  Me dejo llevar por las impertinentes palabras que se elaboran en mis sesos, interiorizo la realidad, pero a veces es demasiado para mí. No sé todo lo que quiero del futuro, pero aprendí bien a reconocer que es lo que no quiero.
  Roedores ponzoñosos se meten en mi cama, me crucifican por lo belicoso de mi mente. Yo sé que tengo que luchar aunque aún no le he puesto nombre a ese algo contra lo que peleo. Sé que lo tiene, pero no se muestra ante mí como yo quisiera.
  Algunos saben ya que no como mierda, aunque a veces quisiera fingir que sí, leo los hechos –visión por demás reducida y simbolizada en mis propios temores- y distingo, o al menos lo intento, lo que no está bien. Podrá acaso el tenor de un sentir ser más fuerte que la puta realidad? A qué llamo realidad cuando la nombro? Acaso no es lo que creo que es y nada más? Quién me puede replantear lo que no existe?
Vengo de patear inviernos en soledad, de amargarme frente a la letanía de un minuto más, he visto al terror a los ojos y la muerte me ha hablado entre sueños. Sé qué es eso de morir y resucitar, entiendo perfectamente cómo duele el dolor, pero no descarto la idea de que no está todo dicho. Y si volteara la mirada para jugar a mis juegos y de repente todo lo construido desaparecería ¿qué haría entonces?
  No le creo ya a las flores, me hice reacia a los juegos de azar, amparo en mis manos el anatema de sentirme siempre un escalón más abajo. Sólo son mi posesión las palabras que delibero en hojas de papel. Y así entre palabras y sueños construyo mi mundo, me llamo a la atención perpetua de él y en lo inocuo del afuera encuentro la salvación  que nunca salva.
  No sé cuidarme de mí misma, de mis miserias y errores. El pasado se me planta y el presente se me escurre de las manos. Los fantasmas vienen por las noches y las tardes de domingo, me suplican que los deje entrar, me acarician la faz y encuentro así, un motivo más para no estar. El futuro, nunca claro, juega conmigo al gato y al ratón, no lo distingo, no lo atrapo jamás. Escurridizo como el que más;  con la salvación de que ignora que tengo siete vidas y aún no agoté todas.

Sin esperanza, Frida Kahlo.


  Me encuentro en un punto álgido, sin escapatoria a mis propios dilemas. Congelada en mis movimientos, no es más que un ir y venir por el mismo camino una y otra vez. No encuentro la salida. Todo está preso de un estancamiento mayor y la mierda anida en mi cabeza como quien encuentra una morada digna de sí mismo.
Siento el estupor de mis letras al hallarme improvisando palabras sin sentimiento, me abro surcos de sal en ambas muñecas y no mana sangre, ella se ha hecho hielo!
  No quiero avanzar más para volver siempre al mismo sitio. Me cansé de los sitios seguros, me cansé de ver siempre el mismo paisaje. Deambulo por el orbe sin ver un mapa distinto.
Esa foto está manchada, sangre derramada en la mentira astral, cavidades profanadas en tiempos inmemorables, estados innombrables para alguien pensante. No me curvo, callo lo que no está bien decir, no me incomoda el estío, pero me sumerjo cada vez más en la nada de mis profecías.
  Comemocos sálvense antes de mi colapso! Este imperio en pie está llegando a su apogeo, nada es menos constante que mi cordura. Amo la soledad de estas páginas y no temo decirlo.
Si me enfermo de nada, no sabré nadar para salvarme. 





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