jueves, 6 de octubre de 2011

Yo


Nadie me puede decir cómo dirigir mi vida, nadie me puede aconsejar más que con el ejemplo. A mi dolor me lo duelo yo, a mis risas me las río yo. Mi coraza es más eterna que el sol, no vendrá nadie a quitármela. Mis lágrimas son de mi propiedad, me declaro devota de ellas, y nadie podrá más que verlas correr en sana libertad.
Mi silencio es mío y sólo mío y todo lo que declaro y avalo es bajo mi responsabilidad, nadie puede mandar en mi tristeza ni en mi alegría, nadie puede mandar en mis palabras.
Si fumo, si bebo, si caigo, si despierto; si juego, si gano, si pierdo; si pido, si exijo, si reclamo; si obtengo, si mendigo, si niego… todo es mi decisión y nadie manda en ella. Las únicas cadenas que me atan son las que yo misma me forjo, soy del tiempo y del viento, soy mis palabras arrojadas a él. Sin raíces en el mundo más que mis llagas apostrofadas, sin parapentes, sin alas, sin paracaídas, yo mi única posesión, yo me pertenezco y así defino en cada momento lo que elijo ser.
Mis tempestades son mías nada más, nadie viene a consolarme cuando el mundo se cae, por ende nadie tiene el derecho (ni moral ni físico) de decirme cómo vivir. Mis heridas van conmigo a todos lados, mis cicatrices son mis recuerdos latentes de una vida vivida, nadie podrá pedir que las tape, al sol curan mejor.
Mi camino, indomable, sólo lo trazo yo, no lo desvío, no lo revoco, no lo corto ni lo alargo por menester ajeno. Sólo mi propia verdad me hará libre, sólo mi esencia a flor de piel me llevará a buen puerto. No me digan a dónde debo dirigir el timón, hago caso omiso y no sigo a nadie.

Nadie está obligado  a ser cómplice de mi saña, de mi arrojo o de mis travesías, nadie está obligado ni siquiera a mirar a otro lado, verán que me dan los ovarios, cuando llegue la ocasión, de testificar a mi favor y de contar mi verdad. Soy yo y sólo yo, yo y mis angustias allá en el seno universal, yo y mis penas, allá en la gloria que no redimo, yo y mis cantares, yo y mis poemas, yo y mis sueños, yo y mis dudas. Mis miedos me los quito yo, mis incógnitas me las descubro sola. Nadie tiene la llave de mi pecho, sólo él y mi conciencia, batallándose a duelo, entre el recuerdo y el anhelo.
En el devaneo cotidiano yo misma me canto las canciones de cuna, y para cuando todo es oscuro y tiende a la melancolía, sola yo y mi alma.
Allá en mi cuna y en mi ancestro dolor, allá en mis credos y en mi futuro alentador, allá en mis pecados y en mi afán, allá en el regazo de la osadía y en el ministerio de la cobardía, allá sólo yo y mis ruina, yo y mi reino, yo y sólo yo.



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