Elecciones

Deberás hacerte cargo de cada una de las decisiones que tomes, deberás hacerte cargo de tus palabras y de tus silencios. A nadie podrás culpar por tus elecciones y renuncias. Lo que eliges amar y defender hasta la médula es responsabilidad tuya. Nadie tiene porqué secarte las lágrimas por los errores que quisiste cometer.

En cada acción hay una toma de partido y la renuncia certera a todas las otras posibilidades. La inacción también supone y conlleva una clara toma de postura, todo decidido por uno mismo, todo bajo nuestra propia responsabilidad.

La vida es elegir, y esa facultad que tenemos hay que saber aprovecharla, ya que no siempre podremos optar, ya que a veces la vida no nos da una segunda vuelta. Pero sucede que algunas veces tendremos miedo de ese cambio, de esa selección; no estaremos seguros de lo qué es correcto, de lo qué es mejor, no sabremos si nuestro actuar traerá consecuencias desagradables en el futuro, o si podrá lastimar a los que amamos. Tampoco podemos prever que nos hará felices más allá de hoy. Cada cambio ofrece miles de caminos a seguir, tempestuosos o ligeros o amenos, pero al principio ignoraremos todo acerca de él.

Decidir es difícil, aunque lo hagamos todo el tiempo. Una palabra, un silencio, una firma, una mirada, pueden cambiar nuestro destino de la noche a la mañana, y sin saberlo, nos veremos embarcados en una nueva historia. Y como toda historia tendrá matices, personajes o escenarios que tal vez no sea lo que nos guste, pero la elección, es parte del cambio.

Como buena amantes de los cambios, de principio nómades, de oposición natural a la rutina, me subo al tren de las elecciones, buscando en ellas siempre una manera distinta. A veces no tendré el valor para decir lo que pienso o para enfrentarme a mis temores, pero siempre tengo las agallas suficientes para aceptar y buscar incluso, el cambio. La manera distinta, la opción diferente. Me aburro fácilmente, por lo cual me aferro a lo desconocido como una manera de no sucumbir en vida a lo rutinario, que no es más que una muerte ligera, en pequeñas, suaves y cómodas cuotas.

Muchas veces en la vida me he topado con decisiones muy difíciles de tomar. Decisiones que suponían una gran renuncia irrevocable, pero he podido con ellas, para bien o para mal. Todo en pos de mi máximo objetivo: ser feliz. Elijo lo que me hace feliz. En teoría es fácil, pero en la práctica, no. A veces se ignora qué nos hará felices, entonces opto por lo que me divierte, así de sencillo. Lo divertido y nada más. Como un mientras tanto, como una preparación para lo definitivo, como una manera de hacer más ameno el camino.

Elecciones, todas ellas a cada instante dando vueltas por el aire. Elecciones al fin, que nos marcan, que nos hacen ser quienes somos, que nos forman como personas, que nos señalan la senda a continuar, que nos definen, que nos atañen a las demás cosas, que nos enfrentan con nuestros miedos e inseguridades, que se nos presentan de modo irreparable para ser alguien único y especial. Elecciones, las que suponen un cambio, las que dan y niegan, las que quitan y sugieren, las que tomamos por motivos varios. Elecciones al fin y al cabo, las de todos los días.

Elegí la profesión que tengo, elegí a mis amigas, elegí al hombre que quiero, elegí elegir. Siempre que la vida me dio la oferta de escoger lo hice, convencida de que hacía lo correcto, aunque no siempre fuera así. Lo que sí puedo aseverar es que siempre elegí con el corazón, poniendo en cada una de mis acciones mis sentimientos, y tal vez, ese sea justamente mi mayor error. Pero acaso es la única manera que conozco de decidir, de pasar a la acción para luego esperar la reacción.