martes, 25 de octubre de 2011

Delires etílicos.


No puedo cumplir mi promesa
No pude siquiera atinar a negarme.
Estoy bajo total dominio de sus garras,
Me embelesa como a un niño pequeño,
Ejerce en mí una presión inaudita.
Le habla a mis entrañas y ellas responden,
Le habla a mis sesos y ellos también responden.
No sé si tenga la fuerza necesaria
Para amortiguar su poderío,
No sé tampoco si quiera hacerlo.

Es como un vicio,
Escoria en el alma
De la que se le alimenta el numen
Y la desesperación.
Hace daño, y lo sé.
Lastima, cala profundo
En la angustia de vivir.
Se lleva lo mejor de mí
Y no lo evito,
No me amedrenta
Su letal andar.

Dime a qué antojo ahora
Me deberé aferrar?
Dígame alguien,
A qué santo rezar
Cuando el ama se inunda
De paradójico escozor?

Está en mi sangre,
Con sangre deberé pagarlo,
Mas ay! No me interesa una vida
Abajo del gran olmo
Observando contemplativamente
Todo el estrujo humano.
Yo voy más allá,
No por afán sino por necesidad.
Algo dentro mío me interpela,
Me somete a adjudicarme
La tormenta a los que otros escapan.
Me reafirma en mi propio sitio de mando,
Me resume como mujer débil a la febril poesía.
Se mete en mis entrañas
Y me estruje la memoria
Y me apaga la desolación
Y me invita a seguir,
Sin más fin que el fin
Sin más origen
Que la muerte en ascuas,
Que la fiebre en silencio,
Que el pesar fornicado
Por la mismísima pesadumbre de la vida.

Allá en mi altura máxima
El artefacto de mis venas anudadas,
Con litros y litros de espuma dorada
Echo por tierra el susurro único de la salvación.
Me declaro pecadora,
Exiliada de las promesas de salubridad.
Me declaro poeta y soñadora
Mas nunca me declararé derrotada por la pluma
Que me hace decir.







C.B. ahora te entiendo…


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