jueves, 28 de enero de 2010

Un día como hoy...


Anoche por algún motivo me fue imposible dormirme hasta las 5 am. Para distraer al insomnio me puse a ver una película, "El día que Nietzsche lloró", muy buena por cierto. Creo que el film en particular fue mi musa para escribir.
Hace tiempo atrás hoy debería ser una fecha importante, de hecho mi celular (inmune a los cambios que sufrió mi vida) a las 12 am me avisó. Hoy cumpliría tres años con mi ex. Particularmente no me puso triste ni nostálgica dicho recordatorio, pero debo decir que me hizo sentir una sensación de extrañeza... De hecho, en la película que acabo de ver se habla de la libertad y de elegir la vida que uno quiere vivir. Y tal como lo describe, y como ya lo descubrí alguna vez, la libertad es toda una elección para nada sencilla. Y patear todo un día cualquiera y recomenzar con la hoja en blanco también es duro, pero mi vida siempre fue así, a veces a la fuerza y otras por decisión personal. Patear el tablero como quien diría... 
Pero supongo que la libertad total no existe... Sólo la individualidad. Algo que siempre respeté tanto en mí como en los otros. Hasta que un día, no sé cómo, o mejor dicho sí sé cómo, la perdí, la dejé ir. Y eso fue matarme de a poco. 
Hoy puedo decir que estoy pasando uno de los mejores momentos de mi vida, por así decirlo, tengo proyectos, metas y ante todo esperanza, lo cual no es poco. Estoy en paz con lo que me rodea, y a la fuerza aprendí a tener paciencia, cosa muy rara en mí. 
Los últimos años no fueron buenos, pero no porque se me cantó y listo. Motivos hubieron, basta con leer las entradas viejas de este blog, mi cabeza y mi cuerpo me jugaron una muy mala pasada... Costó recuperarme, pero finalmente salí a flote. Hubo mucha gente que me ayudó a dicho fin, algunas que ni siquiera se les cruzaría por la cabeza el bien que me hicieron cuando no podía más, cuando estaba en el fondo del pozo... Por suerte a mediados del año pasado salí y recomencé.
Pero el verdadero valor lo tuve al enfrentarme a mis temores más grandes y cambiar sencillamente lo que ya no quería... Fue duro debo reconocerlo (y en esto sí nadie ayudó mucho), pero lo hice. Fue mi cuenta personal saldada con la vida. Demostrarme a mí misma que puedo y que puedo aún más. Hay días, sin embargo, en los que caigo un poco, y lloro y me siento sola, y no sé a quién llamar en esas noches en vela en las que quisieras desaparecer por un ratito aunque sea, pero luego sale el sol y todo está en calma. Regresa a mí la fe en un día mejor, un día en el que, con esfuerzo y valor, me encuentre donde quiero estar. 

Estoy bien y eso es lo que cuenta, no sé cuánto va a durar, no sé cómo sigue todo, no sé qué sucederá cuando la ciudad despierte, pero tampoco importa. Confío en que, pese a las dificultades, siempre habrá una esperanza por más chiquita que ésta fuera. Y también confío en que habrán muchos hombros dispuestos a dejarme apoyar la cabeza cuando necesite llorar: mis amigos y mis viejos. Tal vez, también, algún desconocido que esté en ése lugar preciso al momento del llanto. 
Se hizo largo, pero sólo quería desahogarme. Y estoy sola, sí, por más que muchos digan lo contrario, pero sé que algún día (no sé cuándo ni cómo) dejaré de estarlo. Y juro que viviré para ese día.