martes, 27 de septiembre de 2011

Muchas canciones y un solo corazón II








La vida, el destino o como lo llamemos nos pone pruebas a cada paso, algunas para que aprendamos algo en concreto, otras para que nos fortalezcamos, y otras, las menos, sólo son una recompensa al buen trabajo hecho. Sea como sea, muchas veces nos toman por sorpresa, nos dejan mirando la luna un martes cualquiera, como esperando algo del cielo que nos redima, que nos absuelva todas las culpas. A veces, es un esperar continuo, largo y tedioso, y nos vemos encaminados hacia la mismísima nada, con los reflejos atrofiados, como anestesiados por el dolor que nos embarga. Dolor visceral, dolor ancestral, dolor que quema, que asusta. Dicen que uno muere muchas veces antes de la muerte definitiva, y es cierto, y en cada una de ellas vamos dejando pedacitos de nosotros, formas únicas de algo que ya no será. Una implosión interna que nos dice: “ya no más”. Pero pese a todo, la resiliencia, el impulso vital, el instinto de permanecer nos hacen seguir.
El amor, la esperanza, las ganas de vivir son las que no nos dejan caer y nos obligan a avanzar. El arte único de ser.

No cometas el crimen varón si no vas a cumplir la condena.

Suele ser difícil hacerse cargo de nuestras acciones, se nos hace cuesta arriba tener que elegir, que optar entre esto o aquello. Muchas veces en esas elecciones podemos lastimar a alguien, podemos dejar atrofiada para siempre una puerta de emergencia. De todos modos hay que hacerse cargo de lo que elegimos y de nuestras renuncias. Todo lo que hagamos acarrea consecuencias que no siempre hemos previsto de antemano, pero ante ellas es que debemos cumplir la condena, acaso la condena por ser, por elegir ser, por permanecer en el sitio que no hemos propuesto, por elegir el camino que conduce hacia nuestras máximas aspiraciones. Y esto no debe asustarnos, sólo debe darnos el sano trabajo de meditar antes de tomar grandes decisiones, mientras que las más pequeñas, las cotidianas, deben efectuarse más con el corazón que con la cabeza, ya que sólo así llegaremos a buen puerto.

Aunque no haya más risas, aunque estallen las bombas la tierra seguirá.

Si bien algunos cambios sí son permanentes, hay cosas que trascienden las barreras de lo natural, que van más allá porque el corazón sigue latiendo con ímpetu. Y nunca es tarde para dar vuelta la página y volver a recomenzar, con la esperanza nueva y la energía a flor de piel. Aunque la fiesta se acabe, aunque se derrumbe todo a nuestro alrededor, algo siempre quedará en pie para volver a intentarlo.


Voy buscando libertad, muchos muros que sortear.

La libertad se lleva dentro, las barreras están dentro de nosotros. Cuando nos rebelamos ¿contra qué lo hacemos? En definitiva contra nuestras propias limitaciones e inseguridades. Contra todas aquellas cosas que no podemos sortear, muros que parecen indestructibles, pero que no están más que en nuestra cabeza. La libertad es aquella posibilidad de no estar atados a las propias convenciones que nos fijamos por temor, por costumbre o por sencilla estupidez. Pero, y recalco este pero, se pueden destruir, pueden quedar obsoletas y brindarnos la paz y la ansiada libertad que todos alguna vez hemos “decidido” perder.

Tú será la historia más bonita, la que nunca se olvida.

El amor. Aquel sentimiento que nos devuelve el alma al cuerpo, que nos hace ya no pensar en un yo, sino en un nosotros. La forma mejor de ser libres es si logramos entender al amor. Éste no nos hace propietarios de nadie, sólo nos da las alas suficientes para volar sabiendo que alguien atajaré nuestra caída. El amor, que a veces parece encadenarnos a nuestros propios sentimientos, debe ser un campo de batalla en donde dos personas pugnan por forjar una vida mejor.

Qué se puede hacer con el amor si es cosa de él.

Nada, sólo sentirlo. Hablo de amar al amor. De amarlo libremente, sin complejos ni condiciones. De darle su chance en el mundo, de elegir una caricia a un insulto, de elegir un nosotros a un yo solitario. De elegir jugártela por otro. De asumir el riesgo de salir lastimado y herido, de asumir el riesgo de ser humano, por ende de sentir.

No te pongas una carga que no puedas soportar.

Cada uno de nosotros viene a este mundo con las herramientas para sobrevivir, y a medida que avanzamos por la vida vamos tomando (quizá a la fuerza) los recursos necesarios para enfrentarnos a los problemas. Pero no siempre seremos capaces de aguantar más peso que el nuestro propio. Hay quienes se atribuyen cuanto problema ande cerca, y esto no hace más que generar frustración. El amor, es un buen ejemplo, se puede ayudar, contener, afianzar, pero nunca nunca, se puede cargar con los problemas del otro, no sería justo y al fin y al cabo, terminaría por derrotar al portador de los problemas de ambos.

Y el miedo se escapó por la ventana.

Cuando logremos derribar nuestras barreras e inseguridades, cuando nos demos cuenta de que no somos máquinas, sino seres humanos, pensantes y llenos de sentimientos. Cuando trabajemos en esto del dar y recibir en su justa media. Cuando dejemos de racionalizar el amor, aquel sentimiento que ni el más erudito supo definir. Cuando abramos las ventanas de nuestro interior y exterioricemos lo que sucede allí dentro, podremos derrotar al fin al miedo. Aquel que paraliza y no deja actuar, y nos lleva a lastimar y lastimarnos y nos deja sin alternativas, y nos frustra los planes, y nos boicotea todo lo que podemos llegar a ser.  

Y un corazón no se endurece porque sí.

Allí él, pobrecito, entre nuestras costillas, a veces tan malherido que termina por endurecerse, por volverse inmune a lo que sucede, se torna indiferente, mancillado por los avatares sufridos. Sin embargo, siempre hay una manera de utilizar eso a nuestro favor, a no dejar que cualquier cosa nos corrompa porque sí, a no tropezar con la misma piedra, a pensar más cuando debemos hacerlo. Órgano fértil, músculo magno como me gusta llamarlo, el que lleva vida a cada célula de nuestro ser, como no protegerlo? Pero si para vivir es necesario que se lastime un poco, si para sentir cuyo precio a pagar es el sufrir, es necesario que se endurezca un poquito, entonces porqué no aceptar el desafío. El único desafío que nos dio la vida: ser. Ser con lo que somos, ser con lo que podemos mejorar, ser con lo que no tenemos, con que nos falta, ser con los otros, ser con Otro, ser como podamos, ser sin miedos, ser en libertad, ser para ser felices, para conectarnos con el maravilloso mundo que nos rodea, porque mientras exista en nosotros la capacidad de sentir podremos seguir siendo.




Sublimando con música y poesía… Una nueva forma de expresarme.

Canciones utilizadas:
“Paloma”, Andrés Calamaro.
“El viaje de las partículas”, Skay y Los seguidores de la Diosa Kali.
“Últimamente”, Fabiana Cantilo.
“Tan sólo tú”, Franco De Vita y Alejandra Guzmán.
“Qué se puede hacer con el amor”, Silvio Rodríguez.
“En la zona”, León Gieco e Ilona.
“Puerto Pollensa”, Sandra Mihanovich.
“la hija del fletero”, Los redonditos de ricota.


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