lunes, 8 de marzo de 2010

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 Cómo están de cambiadas
las cosas amadas.
Cómo se diluyeron por siempre
todos los secretos guardados.
Todo cayó víctima
de un derrumbe fatal e indeclinable.
No quedó ni el árbol en pie,
sólo queda reconstruir de nuevo.
 Pero si hay algo de cierto
en todo esto,
si algo sí es real y contemporáneo,
si pese a todo, recomenzar es una palabra del diccionario.
Entonces podré decir
que vale la pena intentarlo.
Qué será difícil.
Que no será negociable.
Que habrá infinitas trabas.
Que jugarse será de valientes.
 Y si las dudas
no se comen a las certezas,
si era cierta acaso,
la promesa de un día más azul.
Si para volver a intentar
hay que volver a aprender
y volver a creer.
Si la palanca de cambio de la vida,
aun austera, se conserva
todavía en su sitio.
Entonces será momento
de crear un nuevo espacio,
de involucrarse con el presente
que a gritos pide,
la atención de quien escribe.
Y no habrá que hacer caso
a los miedos y silencios.
Y no habrá que pensar
en todo lo que se deja atrás.
Y renovar la esperanza,
voltear la página
y comenzar a contar
una historia nueva.
 Mis manos asustadas
y aún replegadas
con toda su urgencia,
reclaman hasta hoy
escribir aquel poema
que a mi pequeño numen
siempre se le negó.
 Aceptar de corazón
que en el lado oeste de la ciudad
no crecerán ya, flores para mí,
que un día cualquiera
-tal vez un martes a la tarde-
puede ser el gran día.
Y que, aunque me apabullen
las ideas, siempre quise,
a mi tonta manera,
la capitulación de lo que ahora callo.
 Debo sincerarme,
pero no podré hacerlo todavía,
un corazón peligroso late en mí,
un corazón, alguna vez,
herido de muerte.
Aún sangrante, aún doliente.
Y en tinieblas mi razón,
abandonada en un triste cajón,
temiendo a lo inexorable,
a lo ignoto que la dicha propone.
 Me reintegro al mapa
de los buscadores,
mil pecados me acompañan,
mil pesares me persiguen
y los miedos, como siempre,
me acorralan, me apuntalan,
pero será momento 
de encontrar la respuesta
a todas mis plegarias,
de abandonar los sitios seguros,
y a tientas, cegada por un rayo de luz,
avanzar midiendo los pasos
hacia aquello que me prometieron los años.
 Todo lo desgraciado se vuelve nada
cuando late en mí
el sacro tesoro
de aquello que desconocía.
Me lanzo, no necesito paracaídas
alguien, seguro, al final,
detendrá mi caída. 


(08/03/10)

3 comentarios:

  1. Ariel: Muy buen poema... Me dejo pensando... tal vez vos sabes que pienso.

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  2. La verdad no sé qué pensas...


    Gi.

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  3. Ariel: Si que sabes qué pienso y la verdad es que no me lo vas a decir acá.

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