sábado, 1 de junio de 2013

"Llegaras cuando vayas más allá del intento..."


Andas por el mundo buscando un eco
Que te tumbe del todo o te levante bien alto.
¿Y si todo eso fuera mentira?
Verás, aquí hay mucho miedo
Pero aún se respira,
Se violenta el ánimo,
Pero siempre queda una pequeña guarida
En todos esos sueños
Que nadie nos pudo quitar o vejar.
No es tan triste, al final, la soledad.
Ha sido largo el camino,
No puedo dejar mis armas,
Si quedo inerme y disparas
Ya no sabré qué hacer con todas estas palabras.
Aquí hay mucho miedo
Pero aún se respira.

Mi corazón fue el culpable de tantas mentiras,
Como testigo fiel tuve a la desidia
De mi pobre y tonta razón.
Pero no debo prejuzgar,
Algo llevas que no sé qué es,
Pero más se parece a un lobo que a una oveja.
Y si tienes dudas
La verdad no es más que mentira pura,
El camino se torna lejano y pérfido,
Miento si digo que todo va a estar bien.
Pero mi capacidad natural
De no claudicar ni ante lo fatal,
Mi habilidad de permanecer
Pese a lo doloroso de las afrentas,
Me han hecho una persona cruel,
¿Podría alguien cambiarlo?
Aquí hay mucho miedo
Pero aún se respira.

Conozco los riesgos,
Pero no me detengo,
¿Quién podría decir que lo intenta
Si se deja vencer por el miedo?
No seamos arcaicos,
El hoy huele a mierda,
Pero la tonta esperanza
Nos lleva a especular
Con grandes y hermosos vestidos de organza,
Champagne francés y velitas de cumpleaños,
Me motiva esa luz
Que brilla fuerte en el fondo,
Porque siempre hay más fondo
Porque siempre hay más luz.
Porque aquí hay mucho miedo
Pero –no lo olvides- aún se respira.



17/05/13.




Título: "Llegaremos a tiempo", Rosana.

1 comentario:

  1. No sé si fui lobo en tu piel o en tu silencio menos explicable.
    No sé si fui oveja. De haber sido así,
    entonces fui una que no quiso seguir el pastoreo colectivo,
    las razones, porque intentarlo una y otra vez desde
    mi primer recuerdo tuyo, fue una pedrada al tiempo,
    ahí en su sutil apuramiento, en su mordaz látigo,
    que ambos supimos destronar destrozar,
    con íntimas miradas, que más allá de la ventana que tanto
    gustabas dibujar en tu saliva, porque así el vino desnudaba
    tu oleaje, se dieron una jugosidad, que te aseguro no se ha visto estos días, de praxis respiratoria que expande el corazón.

    He asistido a varias bibliotecas buscando con cierto temblor
    y frío y olfato de intuirte
    en la plaza que esta detrás de la antigua Casa Amarilla,
    historias de amores, (...)
    partiendo a esa hora de la soledad,
    desde esa hoguera que avivaban tus ojos,
    en ese rincón que de tan nuestro,
    dejó petroglifos bajo la lengua de la almohada, (...)
    que me recordaran a ti,
    que me desencadenaran de esta locura insospechada de
    saberte en mi campo visual, en mi abrazo, en todo lo que
    me gustaría callar por temor a cagarlo todo,
    y que anhela en un grito que no logras oír porque aquella sombrilla que una vez me ofreciste aparece hoy en tu ausencia,
    en ese silencio que tanto interrumpimos con trampas por abrazos,
    con una desconfianza que asumimos saludo, buenas noches,
    cómo te sientes,
    y pensar que en los días de laceración, el mejor refugio
    fue esa tibieza de cascadas azules y violetas y blanco y negro, porque supiste que era mi mejor gusto fotográfico,
    así como esta noche que se repite hasta el cansancio,
    y suda,
    y fuma,
    y oye una canción que te recuerde amándote en sosiego,
    porque sé que esta vez llevamos compartido algo eterno,
    como de noche que no cae y se ríe de los últimos
    harapos del bar.

    No sé si fui lobo en esos días en los que no acertaste
    con prudencia, al mencionar el beso que se nos llenó de barro,
    aquel otro que se fue a la horca
    mientras tus manos hacían con electricidad
    una playa en mi saliva.
    No sé si fui lobo en tu piel o en tu silencio menos explicable.
    No sé si fui oveja, y entonces saliste a cazar ahí en esa
    habitación que de tan nuestra, me trae un pensamiento largo
    en las patas de un pájaro. Lo recordé, siempre solía despertarnos
    con un saxofón que guindaba en su cuello y que al parecer había sido de uno de sus abuelos.
    Entonces sé de ti
    y sonrío y agradezco tu voz en mi nostalgia,
    esa hacha que cada noche me visita y no me ahoga,
    que me hace ver tu rostro de mujer que ha pensado bien sus
    alegrías, y acá te confieso que sé de ellas a través de este cuerpo tuyo de mi jazz, que me abre y no oyes,
    no gritas,
    y sonrío de sueno,
    y te abrazo sin espinas
    y el viento me acuesta.

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