Soy día claro y
nubarrón en tinieblas,
Soy tea divina, encendidamente pura,
Que alumbra las rutas
Que al infinito conducen.
Soy roca prostituída
Por la mar inclemente,
Soy de la extirpe
De los condenados a cien años de soledad,
Soy la boca del ogro
Y la tempestad de sirenas.
Soy el
sonido
De una voz perpetua
Que aclama dichas
Que jamás persiguió.
Soy el crimen perfecto
Que quisieron asesinos y reyes presumibles,
Tan benditamente agraciado,
Tan malditamente consumido.
Soy la
torre que domina
Campanarios y plazas,
Llanos y praderas, cipreses y molinos.
Soy desenfreno a la cordura,
Devota de la razón
Y misterio ambarino
Que habita en suburbios paralelos.
Soy estólido dolor
-Mediocridad por no perder temores-,
Soy ignota ciencia
Que profesa el mal
A la vez que busca el bien.
Soy no
creyente
De las materias humanas,
Atea declarada
Que pecaminosamente se arroja a su dios,
Compareciendo cual lacra
Bajo el peso insidioso
De los años gatillados.
Soy promesa de un viejo estío,
Voluta de aire sumergida en sopor,
Clamor de la esperanza
Y tristeza de fiebres.
Soy la
inmensa duda,
La astral sospecha,
Soy el labio tembloroso,
Mi peor afrenta,
Soy erudita en libros
E ignorante en amapolas.
Soy color rojo y púrpura,
Valiente en la batalla
Y cobarde en la meta.
Soy la princesa que no quiere ser rescatada.
Soy Dafne huyendo de Apolo,
Soy aquella hoja de laurel que, leve, mece
el viento.
Siempre me quedará Jujuy... |
Esta la escribí hace varios años, pero no pierde vigencia...
Las palabras nunca pierden vigencia. Menos si son hermosas como éstas!
ResponderEliminarSoy aquello en lo que me has convertido.
ResponderEliminarLo bueno nunca pierde verdad con el tiempo.
Un beso