Te asomaste a aquellos ojos
Que nunca duermen.
Llevaste bajo el brazo
La ternura audaz
De una vieja paranoia residual.
Anclaste el vaso
A la derruida mesa
Que se tambalea
Justo hacia tu lado.
Y allí, lejos, muy lejos,
Se ven tus manos blancas
Perpetuando como siempre
La alegría de llorar.
Determinaste que la soledad,
Oh vieja y capitulada soledad,
Era del color de la esperanza
Y en sus brazos
Te dejaste caer
Con todo el bagaje
De una vida ya vivida.
Anidaste en el propio corazón
De la desidia y el dolor,
Pero te sentiste entre pares
Y no concurriste a la fiesta
Que organizaron tus sentidos.
Ella lloró y no la oíste,
Ella se sentó a esperar
Ese tren que jamás vendrá.
Y ahí tú contemplaste
Su rostro de sirena,
Su espesura en el mundo.
Compartiste la botella
Con tantos rostros anónimos,
Sin embargo, con ella no pudiste
Siquiera tomar su mano fría.
Amparar sus lágrimas
En la triste noche de tu voluntad.
Todo lo bueno
Se te fue volcando de las manos.
No sabés siquiera el nombre
De aquello que te hace feliz.
A dónde buscarás
Las palabras que elegiste desoír.
A dónde buscarás
El veneno que supuró
Tu herida aquella vez.
Rejunta el tedio
Las manifestaciones de horror,
Rejunta las poesías
Que nunca supiste escribir,
Haz el camino de ida
Hacia dónde te lleve el horizonte,
Pero no permitas,
No vuelvas a permitir,
Que te gane el maldito miedo.
Lo único que no se puede
Perdonarle a un hombre
Es que sea cobarde.
Es el último resquicio
Donde opera el corazón
Que, menesteroso,
Se arroja a la absoluta miseria.
22/09/13.
Letra: "Como la cigarra", Mra. Elena Walsh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Siempre serás bienvenido en Mi Pequeño Mundo